lunes, 6 de febrero de 2012

Sonia Sol (I)


Había nacido en la tierra donde las palabras se escondían enterrándose en la arena y solo se bebía cerveza los martes muy tarde. Últimamente, sin embargo, gastaba su vida en cabalgar desbocada sobre montañas descalzas que le salían al paso. Limitábase a esconderse tras la belleza de los charcos, dispuesta a sumergirse desnuda en los valles de luz y viento fuerte.
Pero otro día le conoció. Él se esforzaba en trepar hasta el cadalso, rasgándose las manos y lanzando besos a las nubes que, coquetas, se habían arreglado para su despedida. Tras un instante de anhelo y admiración, ella supo reconocer la canción que gemía él, acompasado por el murmullo de las bandadas. Un deje desesperado, un grito encerrado entre piedras duras. <<¡Baja a la Plaza, Segismundo!>> gritaba ella. <<¡Baja y fúndete!>>.

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